PAKISTÁN
Para viajeros curiosos: historia, montañas y tradición
Hay destinos que se eligen y otros que, de alguna forma, te eligen a ti. Pakistán es uno de ellos. Un país aún intacto para el gran turismo, donde la hospitalidad no es un gesto, sino una forma de vida. Donde los paisajes parecen haber sido esculpidos por dioses antiguos: desde las cumbres vertiginosas del Karakórum hasta los desiertos dorados del sur, pasando por valles verdes salpicados de aldeas suspendidas en el tiempo.
Antiguas rutas de caravanas, seguir los pasos de exploradores, y escuchar leyendas contadas al calor de una taza de chai. Sentirás que cada mirada, cada gesto y cada rincón te conecta con algo profundo y esencial.
Porque Pakistán no solo se ve: se siente, se huele, se saborea y, sobre todo, se recuerda.
Ven con mente curiosa y corazón abierto. Pakistán no es para todos. Es para quienes buscan lo auténtico.
Pakistan
Pakistán es un mosaico de culturas, paisajes y tradiciones. Desde las cumbres del Himalaya y el Karakórum —hogar de algunas de las montañas más altas del mundo, como el K2— hasta las llanuras fértiles del Punjab y los desiertos de Sindh y Baluchistán, cada región ofrece una experiencia única. El clima varía según la zona y la altitud: puedes encontrar veranos cálidos en el sur, inviernos fríos en el norte, y estaciones ideales para viajar entre marzo-mayo y septiembre-noviembre.
Culturalmente, Pakistán es profundamente diverso. Aquí conviven herencias budistas, persas, mogolas y musulmanas. Sus ciudades vibran con historia, como Lahore y su arquitectura mogola, o Peshawar, con su aire de cruce de caminos. Pero más allá de monumentos y paisajes, lo que más marca al viajero es la calidez de su gente: hospitalaria, generosa y siempre dispuesta a compartir su mundo.